lunes, 22 de febrero de 2010

carta desde el mas alla

Irma:+te escribo desde el espacio exterior. mi nave que ahora es mi casa no tiene internet y las conexiones satelitales funcionan de forma aleatoria en la medida en que la ruta pasa cerca de alguno de ellos. En este  momento estoy cerca del b612 asique voy a escribir hasta que se caiga la conexión y me vuelva a absorber el agujero negro de mi mente. Nunca antes estuve tan deprimido, creo que las pastillas cada vez me dan más sueño. sin embrago hay algo en el vacío que me gusta. Mi actividad diaria consiste en enviar 3 informes a la base confirmando bascament que todo esté bien y se he avistado algún mamut entre los astros. debo regar siete plantas que viajan en la nave una vez cada dos días, mil mililitros a cada una. tambien viaja un gato, es azul y hace una vida libre dentro de lo que su cubo de dos por dos metros le permite. Sugeri la idea de hacerlo recorrer los otros ambientes de la nave, pero tememos que por error desconecte alguna manguera de oxigenación y se vaya todo al carajo. al disco de bowie ya lo sequé, lo escuché tanto que la voz de david se transformó en la de axel rose, asique te imaginaràs que es muy duro escucharlo. de cinco a siete pongo capìítulos de los simpson en un plasma frente a la mesa, es lo más familiar que me ocurre. pienso en vos muchas horas, y algunos minutos, los suficientes para distraerme un poco y flashar que si hubiera sido todo distinto no estaríamos tan distantes. x distantes. no se por qué pienso mucho en volver el tiempo atrás, al tiempo de un buen dia o aun lugar más normal, pero no creo que pueda pues estoy tan lejos ya...te mando un ramo de flores, se corta ... se corta ...se cor

viernes, 19 de febrero de 2010

Los síntomas pueden incluir, opresión en el pecho y/o garganta dolor en la boca del estómago y se sabe q la nostalgia puede llevar a la desesperación

hola querido
qué hermoso que eras
hubieramos mantenido un plazo fijo
y un crédito con el que hubiesemos costeado un home cinema sony
también los toldos para el balcón
en estos días sofocados
mis tragos frozen y mis tostadas te hubieran reconfortado
al igual que yo, al limpiar el lavabo habrías pensado en que al cif crema no hay con qué darle
hola de nuevo
te dije hola la primera y la última vez
y esa vez, la última, cuando me fui, las abejas se estaban abusando de la lampara del living
pensé en madarte un mensaje de texto cuando llegué pero no
y quedó en la bandeja de borradores un montón de tiempo
archivado
lo escribo ahora: llegué, saludos a las abejas
hubieramos paseado en las vacaciones de invierno
y tomado mucho café
pero las cosas van para todos lados
se zarandean tambalean

antes de llegar a casa
revolear los zapatos
desprenderse la pollera o el pantalón
encender un cigarrillo
entrar al msn
tomar un trago de coca
hacer pis
mucho antes del asiento confortable
al que el cuerpo memoriza como su casa
la zona de la entrega
el cubículo
el perímetro
uno es un hombre solo
un ente susceptible de extravío
entregado a las inclemencias del clima y de las masas

para llegar a la casa hay una ruta bravía
con plantas carnívoras a su vera
sobre los peajes hombres con escafandras
y policías de transito con cachiporras electrificadas
que sueltan ratas con proporciones de perros callejeros muertos de hambre
para que se coman tus extremidades
pantorrillas
muslos
a la vez que helicopteros estatales
implementan shocks lumínicos para incendiar el cuero cabelludo

a pesar de todas estas intrincadas series de implementos
diseñados para disponer del desencuentro y la discordia
el mundo se articula de estas extrañas maneras
inexplicables - al menos por mí, que no suelo destacarme por la perspicacia-
el mundo es el mundo
horrible
despreciable
pero es esto y como todavía la muerte no me llama la atención
aunque la psicóloga diga lo contrario
(supongamos que usa simbolismos)
me puse melancólica y lloré mientras escribía el parrafote número uno
a lo mejor la melancolía es una forma de nombrar la muerte
es decir, es un trastorno psiquiátrico
entonces mejor sería la nostalgia
la voz de leonard cohen
el amor del otoño
esa u otra estación pasada
el anhelo de volver a la patria
la vieja tierra de pertenencia
el dolor de lo que se esfuma
esa cabina donde volaban dolares en ta te show

volver al amor es así
lo mismo

lunes, 8 de febrero de 2010

De por qué odio los análisis

Hoy fue una tarde muy parecida a las tardes en las que me llevaban al pediatra, hace masomenos 18-19- 20 años atrás. El clima es muy similar, nublado y húmedo con mucho tráfico por la zona centro. Las mismas calles por donde hoy busco departamentos para mudarme, las caminaba con mi mamá sospechando que yo estaría desarrollando un cuadro de apendicitis. Me dolía el estómago muy seguido, siempre fui una chica ansiosa y emotiva, por lo que cualquier tipo de pensamiento que entretejiera en mis ratos libres eran las causales de retorcijones insoportables que casi nunca concluían ni en caca ni en vómito; mas sí, en pedos. Pero mamá enumeraba un par de alternativas que nada tenían que ver con la gasificasión de mis tormentos - no tenía hermanos y mis padres estaban separados por lo que yo estaba conviertiéndome día a día en un monstruo blandito como las bolitas antistress, un material propicio para ser amasado, apretujado y uñado por manos sudadas- como ser: 1.- la ya nombrada apendicitis, 2.-hepatitis, 3.- colon irritable; sin tapujos rumiaba en mi presencia las posibilidades que me postrarían casi para siempre en el sitio de los hijos enfermos a los que hay que cuidar con perpetuidad y amor solemne. El hijo impedido por sí mismo para salir solo, presumir y amar - finalmente y siendo muy pornográfica para decirlo-.
Es casi indescriptible el terror que me invadía no sólo la panza -que siempre se me hinchaba, al igual que ahora 18-19- 20 años después- sino las sienes, las retinas, los oídos, las axilas en donde siempre supuse que tendría bultos y por lo cual me daba impresión meter los dedos, los pies, las manos que me temblaban al ponerme las zapatillas y la remera o la pollerita - que según yo, en aquel momento, quizás ya no habría de usar muchas veces más a causa de mi muerte inminente-. La sala de espera del médico era amplia y estaba pintada con la pintura más barata del mercado, esa gama verde hospitalario y esas guardas de machimbre de la mitad de la pared para abajo así los chicos no le pinten con crayón; pero claro, el doctor saade no era tan impiadoso como su cara sugería y para decorar eligió una secuencia de payasitos alegres en diferentes actos de amor y bondad al prójimo y también en flagrantes actos de sumisión hacia la autoridad. Un payaso descompuesto es llevado en brazos por su mamá payasa al doctor, el doctor lo acuesta en una camilla y le pone un termómetro en la boca, el payasito vuela de fiebre, tanto, que rompe el termómetro, entonces el payaso doctor le pone en la boca un jarabe rojo y en la próxima escena el payasito se ve fresco y exultante volviendo con su mamá payasa a la casa y saludando al doctor que con un estetoscopio levanta la mano en señal de salud hacia la pequeña familia que se aleja entre unos prados. El segundo cuadro es un payasito que no quiere vacunarse por nada del mundo, el payasito opone resistencia a la coacción de la mamá payasa que se enoja y lo señala con un dedo índice como amenazándolo, luego entra en cuadro una enfermera - también payasa- empuñando una jeringa y con el otro brazo en jarra. Sucede que se avivan las dos mujeres y por un lado la mamá payasa le muestra un chupetín al payasito y cuando el payasito se ve concentrado por el dulce que tiene ante sus ojos, la enfermera lo vacuna.
El medico sale del consultorio y llama a mi mamá con el apellido de mi papá, mi mamá sonríe y hace un chiste corto acerca de las señoras que siguen usando el apellido de divorciadas. Yo pienso un rato en eso y me duele, pero más me embarga la preocupación de mi diagnóstico ¿tendré hepatitis? ¿me operarán? ¿moriré? ¿qué tipo de hija enferma seré dentro de media hora?. El médico me punza con los dedos sobre diferentes áreas del estómago, hace que levante la pierna derecha, me pregunta si me duele; no me duele, bien, intenta meterme una cuchachara de metal helado entre mi campanita y mi lengua, me niego, me dan arcadas, entonces prueba con otra del material de los palitos de helado, hago arcadas, mi mamá me sujeta, emulo inminente vómito, logro vencer al medico que me pide que abra lo más grande que pueda y no tengo nada en la garganta. Le dice que no es apendicitis ni mucho menos colon irritable o hepatitis, me da una dieta y me prohibe bajo palabra de honor la ingesta de coca cola. Reta a mi mamá, le pregunta porqué me deja tomar tanta coca, que eso hincha y engorda, que si hiciera la prueba de darme agua durante dos semanas ya vería que todo sería diferente. Nos vamos, tengo un alivio relativo -no voy a morir- pero mi mamá sospecha que si sigo así en cualquier momento me van a tener que operar y que la anestesia es peligrosa.

lunes, 1 de febrero de 2010

quisiera ser una mujer galante

me vestiría como una puta
una verdadera trola de bengala
reventada toda transpirada entre las algas
las parras los racimos tibios de las uvas
putísima
puente abajo sobre un río en la loma del orto
corrida luminosa un cohete de mil ramilletes
un trueno gordo un morterete un triquitraque
un petardo es poco es inocente
un chupinazo una explosión en los subsuelos
un triángulo de la gloria sobre la sombra o sobre el sol
entre las pergolas oscuras
en un cajero automático
dentro de una cabina telefónica
un toro de fuego elastizado
una girandula loca en la noche aullando
recontra puta
estrella fija
palpitando unas luces que se prenden con pólvora
un efecto durante un lapso en que llega al climax un castillo de fuego
un aliento relampagueante
voy a llevar recuerdos paralelos en la memoria
amor que se enciende convulso y se paga con el agua
o con la arena
limaduras de cinc (luz azul)
de hierro (roja)
de acero (blanca)
de cobre (verde)
de sal
de mica (amarilla)
eso así
una maturranga solitaria mirando a través de los vidrios del vaso
una zorra grasienta llena de odio
una trotona mal habida esperando un volcán
la vibración universal de todas conchas de las calientacamas
centrífugas
 
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