sábado, 30 de enero de 2010

liviandad

Qué raros los movimientos de la gente en los supermercados, la contemplación de los productos, la forma de elegir un flan, el cotejo de los precios, el modo de pararse ante la góndola, el pasillo de los productos de lavado de la ropa tiene un aroma inquietante, me perpetraría allí, congelada. Qué extraños los modos de circular observándo las mercaderías; papel higiénico no, rollos de papel sí. La ternura de la carnicería, esos trozos rojos, danzar entre los pollos y las tiras de asado; la bandejas con muslos, mis preferidas.
Qué extraña perplejidad el supermercado. Corrientes de tentación, frenético deseo, imperturbable pulular, pulsar el botón de la energía. Parece que todo podría resolverse si me llevo un jugo de naranja, pan lactal, un cuarto de pastafrola, tomate, papa, manteca y leche. Qué lindo y extraño es el súper, por algo las señoras de su casa pasan mucho rato en ellos. Sabias, sabias señoras.

jueves, 28 de enero de 2010

Abstracción

Desperté de pronto, no sabía qué hora era ni la razón por la que abrí los ojos. Lo cierto es que no podía reconocer el sitio en el que estaba. Un viento fuerte me sugería que aún en la playa, mas el suelo no era de arena, ni el aire salado. No podía divisar los límites de la habitación, sus formas ni sus colores. Era como estar en el espacio, en un espacio familiar y desconocido al mismo tiempo. Me tomó varios minutos situarme para finalmente descubrir que me encontraba en mi propia habitación luego de veinte días de haber estado viajando. Era como si todos los lugares en los que había dormido durante el periplo se hubieran condensado en un solo sitio. El ventilador al máximo me despeinaba armando remolinos con mi pelo que ya me llegaba cerca de la cintura. Mi barba era la de tom hanks en el naufrago. Me encaminé hacia el baño, pero al salir de la cama y pisar mis pies se adhirieron al suelo. Lo digo literalmente. Una sustancia viscosa estaba desparramada en toda la superficie, cómo había llegado hasta ahí es algo que desconozco totalmente hasta el día de hoy. ¿Se trataba de un derrame nuclear?¿ la saliva de algún animal gigante y babeante? Era fosforescente y hedía un poco. Era como un miki moko aplastado rebosándolo todo. No podía avanzar (estaba detenido como en otro poema, el de tu cuerpo entumecido). Hice fuerza con todos los músculos, mis cuadriceps se tensaron al tiempo que la rótula giró ingravida rompiendo su propio eje y los tobillos resistieron todo para no caer. Luego insistí con tanta fuerza que pude despegar uno de los pies, pero al hacerlo una capa de piel quedó adherida al piso. La suela del miembro quedó al descubierto en carne viva y yo en equilibrio sobre un solo punto me tuve que tirar en la cama y al momento que caía de espaldas sobre la blanda superficie del colchón, tironeó el pie que aun estaba pegamentado y quedó tambíen su carne al desnudo. Mis plantas eran llamaradas saliendo de la boca de un dragón. Yacía de espaldas con las piernas en alto: plantas de los pies apuntando al techo. Imaginé que se activaban esas lluvias contra incendios que hay en algunos locales públicos, pero nada de eso pasó. Estaba en mi cuarto, era evidente que eso no podría suceder en forma alguna. Observé. Estaban entre rojas y naranjas, y un vapor de color se desprendía de ellas. Después no recuerdo más.

Reorganizando el paisaje abro la sombrilla y su sombra me asombra y entonces me lleno de sol, me arde la espalda y me hierve el cuero cabelludo. Quisiera baldearme el mate con una avalancha de nieve o un alud de barro, algo que genere una capa sobre mi cuerpo entero y me abstraiga de la temperatura

Hacete un té

He de servirme el te antes de que se enfríe del todo y sea un desierto solitario como yo. Mientras, los mosquitos te atacan en bandadas más organizadas que las asociaciones del crimen organizado de Italia y percuten en tus piernas tan suaves i delicadas que quedan llenas de manchas con pupitos de sangre al centro, color rojo, casi violeta. Y te rascás cada vez más fuerte y de forma incisiva, te digo que no lo hagas y me decís que así ha de pasar. Te digo que es peor y que te vas a lastimar pero ya para ese momento estás rasgando la carne debajo de tu tejido epitelial y todo se pone cada vez más rojo. Escurro el saquito para que caigan hasta las últimas gotas de sabor, agrego un chorro de miel de polillas y mezclo. Se forma un liquido espeso ( la eterna imagen que no se altera) y lo unto sobre tus heridas, efervece, salen unas burbujitas y un humo vaporoso que me afloja los mocos y las lágrimas. Me siento pelando una cebolla. Siempre te reís porque decís que cualquier cosa que cocino he de ponerle cebolla, que la receta se inicia con el picado de la misma, ya sea en pequeños trozos o en grandes partes , a la sartén o al horno. Siempre te reís.
 
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