jueves, 28 de enero de 2010

Abstracción

Desperté de pronto, no sabía qué hora era ni la razón por la que abrí los ojos. Lo cierto es que no podía reconocer el sitio en el que estaba. Un viento fuerte me sugería que aún en la playa, mas el suelo no era de arena, ni el aire salado. No podía divisar los límites de la habitación, sus formas ni sus colores. Era como estar en el espacio, en un espacio familiar y desconocido al mismo tiempo. Me tomó varios minutos situarme para finalmente descubrir que me encontraba en mi propia habitación luego de veinte días de haber estado viajando. Era como si todos los lugares en los que había dormido durante el periplo se hubieran condensado en un solo sitio. El ventilador al máximo me despeinaba armando remolinos con mi pelo que ya me llegaba cerca de la cintura. Mi barba era la de tom hanks en el naufrago. Me encaminé hacia el baño, pero al salir de la cama y pisar mis pies se adhirieron al suelo. Lo digo literalmente. Una sustancia viscosa estaba desparramada en toda la superficie, cómo había llegado hasta ahí es algo que desconozco totalmente hasta el día de hoy. ¿Se trataba de un derrame nuclear?¿ la saliva de algún animal gigante y babeante? Era fosforescente y hedía un poco. Era como un miki moko aplastado rebosándolo todo. No podía avanzar (estaba detenido como en otro poema, el de tu cuerpo entumecido). Hice fuerza con todos los músculos, mis cuadriceps se tensaron al tiempo que la rótula giró ingravida rompiendo su propio eje y los tobillos resistieron todo para no caer. Luego insistí con tanta fuerza que pude despegar uno de los pies, pero al hacerlo una capa de piel quedó adherida al piso. La suela del miembro quedó al descubierto en carne viva y yo en equilibrio sobre un solo punto me tuve que tirar en la cama y al momento que caía de espaldas sobre la blanda superficie del colchón, tironeó el pie que aun estaba pegamentado y quedó tambíen su carne al desnudo. Mis plantas eran llamaradas saliendo de la boca de un dragón. Yacía de espaldas con las piernas en alto: plantas de los pies apuntando al techo. Imaginé que se activaban esas lluvias contra incendios que hay en algunos locales públicos, pero nada de eso pasó. Estaba en mi cuarto, era evidente que eso no podría suceder en forma alguna. Observé. Estaban entre rojas y naranjas, y un vapor de color se desprendía de ellas. Después no recuerdo más.

Reorganizando el paisaje abro la sombrilla y su sombra me asombra y entonces me lleno de sol, me arde la espalda y me hierve el cuero cabelludo. Quisiera baldearme el mate con una avalancha de nieve o un alud de barro, algo que genere una capa sobre mi cuerpo entero y me abstraiga de la temperatura

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